dilluns, 12 de desembre del 2016

El beso

El beso
Noté un cuerpo próximo que se acurrucaba contra el mío. Una mano me cogió por el hombro y con decisión me obligo a girarme mientras su cara se acercaba a la mia.  Sin pedirme permiso, sin mediar una palabra, me besó en la boca. Un beso dulce y húmedo, lleno de amor y de deseo. No pude reaccionar, o no quise o no supe, me quedé petrificado, embargado por la sorpresa y con el corazón desbocado por la emoción del momento. Y mientras su lengua se abría paso en mi boca, me abrazó. De repente su mano tocó mi nuca velluda y ella saltó hacia atrás. Perdone, lo confundí con mi novio, dijo azorada. 
 
En el tumulto del autobús no había reparado en ella, pero ahora la mir de frente, a mirreaccionar, no supe. e agresivas,, salvo su novia ciega, nos reconoé y tropecé con su mirada vacía y su bastón blanco. Por eso me convenció su excusa. Me dijo que yo olía como él, que nuestros cuerpos desprendían el mismo aroma único que le permitía reconocerlo y distinguirlo entre un millón. Pues esta vez te falló el olfato, le dije. El rubor que inundó su cara me obligó a corregirme de inmediato: pero no te preocupes, me gustó mucho, le dije. No se me ocurrió nada mejor. Y no mentía.

Llegó su parada y se bajó, enredandome en su ovillo de excusas, sin darme su nombre. No se nada de ella, pero desde entonces acapara mis pensamientos. Aunque, si he de ser sincero, es él quien me quita el sueño, su novio, mi gemelo olfativo. Ese hombre que se pasea por las calles de nuestra ciudad sin que nadie, salvo su novia ciega, se percate de que somos idénticos. Quizás lo haya visto mil veces pero, ciego como todos, no lo haya reconocido.

Este relato participa en la convocatoria de @divagacionistas sobre #relatosOlores de diciembre de 2016.